La insulina frena la degradación del tejido adiposo, por lo que cuánto menos (en cantidad y en número de veces) se aumenten los niveles de insulina durante el día, menos se “boicoteará” la pérdida de grasa. La insulina aumenta la actividad de la fosfodiesterasa, por lo tanto aumenta la degradación de AMPc y frena la lipólisis.
La presencia de insulina en la sangre antes de empezar a hacer ejercicio reduce la movilización de ácidos grasos durante la práctica de éste. Por lo tanto, comer algo antes de entrenar, es sencillamente un boicot para la pérdida de grasa, para la reducción de las adaptaciones y para el ahorro de glucógeno durante el ejercicio.
En general, se recomienda distanciar un mínimo de 3-4 horas, la última comida del entrenamiento, para evitar la presencia de insulina en sangre. De todas formas, si miramos la cantidad de ácidos grasos movilizados durante el ejercicio, se observa que los que lo realizan con las reservas de glucógeno semi-vacías (en ayunas) mueven mayor cantidad de grasa que los que realizan ejercicio 4 horas después de comer, aunque los dos tengan niveles de insulina en sangre iguales. Esto se debe a que la realización del ejercicio con las reservas de glucógeno semi-vacías favorece la utilización de otras fuentes de energía para poder adaptarnos al ejercicio.
Cafeína y pérdida de grasa
Muchas personas utilizan la suplementación con cafeína para favorecer la pérdida de grasa. Ésta sustancia es metabolizada en el hígado y se forma un metabolito llamado paraxantina, que es la responsable de la acción lipolítica que se le atribuye a la cafeína.
La paraxantina estimula la movilización de ácidos grasos mediante tres mecanismos principales:
- Acción sobre algunos núcleos del cerebro favoreciendo una mayor liberación de noradrenalina.
- Favorece la liberación de adrenalina de las glándulas suprarrenales.
- Bloquea la fosfodiesterasa. Por lo tanto, evita que se degrade el AMPc y permite una mayor actividad de la LT.
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